domingo, 9 de enero de 2011

JOHN. P BUSCA


“Un lugar en el mundo” es una de mis películas favoritas. Desde mi desubicación actual considero importante cuidar faros a los que poder acudir en momentos sin norte. 
Lo de elegir lugar donde vivir para mi tiene tanta importancia como las fechas de nacimiento. No es que sea supersticioso, me limito a percibir señales. La primera mujer de la que me enamoré nació un 14 de marzo. Aún nos tenemos mucho cariño. Un día como aquél nació un tal Albert Einstein.  La última mujer con la que estuve viviendo, incluso conviviendo gratamente durante muchos años e ingratamente los últimos, nació un 20 de abril, como un tal Adolf Hitler.
Por este motivo necesito no solo un hogar, sino una señal. En mi búsqueda hubo un casting no pequeño de candidatos a hogar, emprendí la empresa dando con algún personaje espectacular. Metido de lleno en la ubicación de mi nuevo faro topé con el memorable propietario de una inmobiliaria, como poco, inaudita. Después de varias conversaciones, algunos taxis y todas la invitaciones oportunas e inoportunas, casi le puedo llamar amigo a JC. 
JC es gay, pero no un gay cualquiera. Si te fijas bien, entenderás que parte de su encanto reside no tanto en su contagiosa alegría como en su asombroso parecido con un cóctel de Camilo Sesto y Torrebruno. De uno porta su melena y hasta juraría que se la ha quitado; y del otro el tamaño y la sonrisa. Le dije a JC lo que buscaba y me contestó algo parecido a “claro, simpático, ¿No te importa que te llame simpático, verdad? Es que me pareces tan, pero tan divertido John. P”. Acababa de contarle lo de Hitler y la importancia que tenía para mi en la actualidad todo ese tema de las señales. Quiero pensar que no llevaba las orejas bien puestas cuando se lo dije porque me llevó de Delicias a la calle Humilladero. JC me ha recordado que, con la actitud adecuada, hasta en los excesos se descubren verdades. ¿Que cómo he dado con esta afirmación? Pues francamente, vi en JC un sincero interés por ayudarme a encontrar un hogar a pesar de su estruendo y mariconeo inicial con un poco prometedor augurio de profesionalidad. En ocasiones es necesario vivir al límite para poder ver lo que hay al otro lado; hasta es probable que al borde del precipicio, si te detienes y le das la espalda al límite, sientas el peligro de perder lo que ves: de dónde vienes.
Debo confesar, llegado a este punto, que después de algunos vinos solidarios con mi nuevo amigo JC he recordado lo que mi viejo amigo el poeta -del cuál ya os hablaré cuando llegue su momento- me dijo una vez: “recuerda Johni que la felicidad no está en el cuando; no te engañes, la felicidad está en el mientras”. 






Así que como lo de buscar mi sitio me pone, he decidido hacerlo con la ilusión del que se va de excursión al campo; he rescatado del olvido una mochila de tela verde que nació para llenarse de aparejos de pesca y se recicló en complemento de montañero juvenil desde tiempos en los que aún gobernaba Suárez. En su interior he guardado una libreta con la ruta a seguir, un par de refrescos, frutos secos y tres únicas opciones que valorar para tomar la decisión correcta: altura, ubicación y nombre. 
A.- Ático en la calle Libertad del barrio de Chueca. Es probable que el llamarse Libertad sea más que una señal. Ayuda el hecho de que está muy cerca de un garito al que acostumbro a descubrir jóvenes talentos que sigo con inconstante interés; y también existe la posibilidad de que me reclamen la nulidad matrimonial por vivir rodeado de los fantásticos amigos de mi amigo JC, el reencarnado Torrebruno gay melenudo. Este último dato tiene un componente más maligno que real; el de la nulidad, claro.
B.- Ático en la calle Pelayo del mismo barrio. Comparto con Pelayo la aspiración de reconquista de un modo mucho más personal y pacífico. Aún así, reconozco que llegué a plantearme con seriedad mi apego a esta posibilidad como futuro nuevo hogar.
C.- Ático en la calle Humilladero del barrio de la Latina. Sé que parecerá un poco incoherente -y quiero que tengas claro que jamás he presumido de no serlo- pero esta opción es la más acertada. Motivos tengo que lo confirman y que poco a poco iré desgranando cuando llegue también su momento. Lo del nombre tendré que investigar si tiene alguna historia que lo justifique y creo que me suena -no me lo invento, te lo prometo, te lo prometo- sí, recuerdo vagamente que el nombre de Humilladero proviene de un gallego que tuvo mucho éxito en su tiempo haciendo las Indias pero que fue muy envidiado a su muerte. El caso es que el gallego aquel se hizo con toda la calle y consiguió ponerle un nombre hermoso “O milla du Oro”. Al fallecer, saldaron deudas con su mejorable fama y le cambiaron el nombre por el actual de Humilladero. Sí, creo que es por algo así... Vamos, que a mi el Ático me gusta.
¿Que por qué un ático? Lo expresó mejor Pessoa y yo me limito a hacerme eco... “no soy del tamaño de mi estatura, soy de la altura de lo que veo”. 
He llamado a JC para comunicarle que ya tengo un sitio donde reinventarme y el me ha respondido que me tiene en su agenda en la “I” de Inolvidable. También me ha dicho algo inquietante... que nació un 14 de febrero.

3 comentarios:

  1. Igual que Mª Teresa, un 14 de Febrero, aunque ya va ha hacer 66 años de eso....

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  2. Sin duda amigo conspirador que Mª Teresa siempre ha sido una inspiración para JC, y no sólo para él, e incluso hayan coincidido por el Retiro en alguna fiesta del arcoiris... seguiré esa pista.

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  3. http://www.youtube.com/watch?v=EnBQlza-3yo

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