jueves, 30 de diciembre de 2010

LOLA

Era martes sin ser trece. Los pies nos buceaban hasta los tobillos en el borde de la piscina. Ella me habló con la timidez de las primeras veces. Acariciaba el aire con su pelo susurrante. No recuerdo nada de lo que nos contamos pero sí la canción que sonaba en un jardín cómplice cuando nos besamos. Aún ignoro si el momento nos eligió o la canción ayudó. Teníamos dieciocho años.  Nos quisimos con la verdad de los que no tienen nada que perder. No me preguntes cómo, pero aún así perdimos. Ella se fue esa noche. Lejos. A otro país con otro mar. Y quiero pensar que le fue bien. Yo me quedé. Y no me quejo. Quiero pensar que me va bien. Se llamaba Lola. Cada vez que vuelvo a escuchar a Duncan Dhu cantar ”Cien gaviotas” vuelvo a sonreír y me gusta la idea de que tal vez cuando ella la oiga también haga lo mismo. ¿Qué aprendí esa noche? Entonces no lo supe pero ahora logro entenderlo: escribir no da segundas oportunidades. Sigo tocando el piano. Estaba claro que Duncan Dhu no sabe ser buen presagio para amores longevos. ¿Se puede impugnar a la canción de un recuerdo?
Pasados veinte años... leo, luego escribo. La vela tiembla en la mesa. No la culpo. A mi derecha la guitarra se asemeja a una enorme pera mala. El tiempo me sabe a refugio y nostalgias. He vivido proezas anónimas que no comparto. Terminé dos libros que regalé a dos corazones que ahora están rotos. Y los libros han quedado  presos en las más altas torres del castillo de las decepciones custodiado por monstruos que me son hostiles. Puse un anuncio buscando princesas que mataran dragones. No es trece pero ya es martes.
Lamo las heridas que un erizo de mar tatuó en mi pie izquierdo. Soy optimista. Con menos dolor spiderman se convirtió en superhéroe. Quizá mañana me haga un traje de púas. Busco algo que no existe. Entro al salón. En la estantería encuentro el osito Paddington que me regaló mi hada madrina. Dentro de su hogar de papel, a sus pies está la corona del cava con que saludé a un nuevo siglo: “Kripta”. Así se llamaba la botella con que brindé hasta agotarla y en la que guardé un secreto que navega por el atlántico. Brebaje interesante para un aspirante a supererizo. Miro al piano. Ni rastro de mi talento. Enciendo el ordenador y recibo un nuevo mensaje del pirado de Jonathan Pluto. Parece de broma pero huele a revolución, tiene gancho ese loco. Me preparo para el fin del mundo. Invito a Inga a cenar por si es verdad de aquello que un clavo tapa otro clavo o se limita a seguir haciendo agujeros. 
La suerte existe, lo que me ocurre es que no acierto con ella. Me pareció entender de una mujer muy interesante que lo que me pasa es que tengo la “mente burda” dilatada, que eso es más común de lo que parece para los no iniciados en la meditación Mahamudra. Sin noticias del modo de mudarla en “mente sutil”. Creo que me han hecho budú y empezaron por los pies. Vienen a por mi. Debería empezar a desarrollar poderes de erizo. A lo mejor me disfrazo de topo. Puede que de topo me salve. Ya es miércoles. La suerte está echada. Recibo señales. El trece que viene sí que es martes. 
Debo encontrar a Lola para que sepa que habito desde años en un mundo paralelo... “hoy podrás beber y lamentar que ya no volverán... Sus alas a volar... Y cien gaviotas ¿Dónde irán?”... Hay un mundo mejor. En algún lugar existe otra vida que se merece mejores canciones para algunos recuerdos. Lola... Si estás ahí...¡Manifiéstate!

martes, 28 de diciembre de 2010

RIGUI LO COLOCO O CON RAZÓN CORAZÓN






Con razón corazón
                            (a cuatro tiempos)
Quede claro que declaro que
Ni loco lo coloco
Y K. B. que
Convocados con bocados
Alarma la mar al alma
Y sus pedazos
A latidos de sal en vena
Abruma la bruma en dudas
Y todo suma
Quede claro que declaro que
Corazón con razón se doma
Hay ahí ya haya y...
Rigui lo coloco

                                                    Base de acordes: Do-Mim-Sol-Re 
                                                    (cada acorde repetido dos veces y que marcaré como sigue ”- -;“).
                                                    Inicio de los acordes a guitarra en cuatro tiempos  a ritmo “rigui”. 
                                                    A contratiempo entra el piano con el DO de la sexta octava. 
                                                    (las notas siempre en la 5ª octava, salvo el do en  la 6ª octava).

Guitarra
Do- - - ;Mim - - -                    ;Sol - - -  ;Re - - -;
Piano
                                                    - do si ;do mi sol do sol (largo); - -          ; - -        ; 
    (se repite todo otra vez)
    Do       si      do    mi   sol      do   do    sol   sol 
    Quede claro que declaro que
    Mi    fa  mi    fa   mi  sol sol
    Ni loco lo coloco
    Mi  fa    mi     do (en 5ª octava)
    Y K. B. Que
    Do       si    do   mi       sol      do   do  sol 
    Convocados con bocados
    Mi  fa   mi      fa   mi        sol  sol sol
    Alarma la mar al alma
    Mi  fa        mi    do  do (en 5ª octava)
    Y sus pedazos
    Do  si do mi      sol    do     do     sol  sol 
    A latidos de sal en vena
    Mi  fa    mi      fa   mi     sol      sol   sol   sol
    Abruma la bruma en dudas
    Mi  fa  mi     do  do (en 5ª octava)
    Y todo suma
    Do       si      do    mi   sol       do  do    sol  sol
    Quede claro que declaro que
    Mi    fa  mi        fa        mi  sol      sol    sol  sol
    Corazón con razón se doma
    Mi        fa        mi          do    do (en 5ª octava)
    Hay ahí ya haya ahí...

    lunes, 27 de diciembre de 2010

    AMARA ON THE ROCKS

    Los mejores momentos de la vida son gratis y en su mayoría ocurren de noche. Lástima que eso no lo supiera Jandrito la noche en que conoció a Amara. No era una mujer. Era un concepto. La señal que necesitaba. Existen viernes que deberían haber caído en lunes. No lo buscó, pero sus amigos eligieron ese viernes para agobiarle con una frustrada despedida de soltero. Bendita ignorancia la de Jandrito que aún sigue pensando que aquella fue su mejor noche.
    - ¡Jandrus, Jandrus, Jandrus!

    - Zoiz unoz mamonez. Ezto no ce le hace a un amigo.

      La despedida de soltero de Jandrito empezó a la hora de comer. Los amigos le recogieron de la oficina disfrazados de los Monti Python en la Vida de O´brian. Le taparon los ojos, le subieron a un minibús y le cocieron a chupitos de algo que debía parecer pentotal sódico. Le dejaron perjudicado y al borde de tener secuelas evidentes. Entre bromas sí, pero aquello parecía la máquina de la verdad. 

      - ¡Confiesa Jandrus! ¿A que te hacemos un favor si no dejamos que te cases?
        - ¡Qué mierda de veneno me habeiz hecho beber, jozdeputa! ¡Que me cazo ezta zemana!
          - ¡Jandrus, Jandrus, Jandrus!
            - ¿Dónde eztamoz? ¡Joder, pero zi huele a mar!
              Pararon el minibús en el hotel que hay en la playa de la Franca. En la frontera de Asturias con Cantabria. La tarde agonizaba bajo un cielo enrojecido al igual que los tapados ojos de Jandrito.
              - ¡Romanus, llevemos a Jandrus “0´Brian” ante Juanjus Magnificus!

              El vocerío era ensordecedor. El grupo entero cantaba a coro y en latín “mi carro me lo robaron” de Manolo Escobar. “Meus carrus se abruptus est in nocte cum dormitabam”. Jandrito, fingía estar ofendidísimo mientras le vestían con una túnica marrón y le colocaban una cuerda en la cintura a modo de cinturón. Hasta las sandalias marca “adidus” eran de su número. “Meus carrus se abruptus est cum eram in romeriam”, gritaban mientras se acercaban a la playa de la Franca. Le llevaron en volandas hacia la terraza que daba a las impresionantes vistas que disfrutaban. Le quitaron la venda de los ojos y Jandrito pudo ver a su amigo Juanjo disfrazado de blanco impoluto y una corona de laurel en la cabeza. “¡Ubi erit meus carrus! ¡Ubi erit meus carrus!”. Con voz solemne Juanjo arengó al populacho.

              - Tú eres un farsante, Jandrus O´Brian. Un bienqueda que le está haciendo un daño irreparable a todos nosotros. Te queremos dar una última oportunidad. Tal vez así te perdonemos. Te hemos secuestrado esta noche, tu última noche de soltería. Si tu amor es verdadero sobrevivirá a las tentaciones que te vamos a proponer.
              El populacho de amigotes se vino arriba.

              - ¡Ave Juanjus magnificus! Ave, Ave.

              - Ya eztá bien de gromaz. Oz eztaiz pazando gomollón. Tengo mucho frío en pelotaz y con ezta mierda de zábana. 

              En la playa la marea empezaba a ceder, pero el bullicio no hacía más que aumentar.

              - ¡Le concedemos un último deseo y luego le lapidamos! ¡Jandrus, Jandrus, Jandrus!
              Juanjo toma de nuevo la palabra. 

              - Jandrus O´Brian. Vamos a liberarte de tu compromiso. A la orilla de esta playa tienes una barca. Cuando terminemos la cena que vamos a celebrar para despedirte sube a la barca y rema hacia aquel islote que está iluminado. Allí encontrarás lo que siempre has soñado. 

              - No me fío de vozotroz. ¡Me cazo mañana! No tiene gracia. ¡Ninguna!

              La cena se prolongó entre excesos hasta que Jandrito entró en un estado de trance precomatoso y apareció un grupo de gitanos para alegrar la fiesta. Las copas fluían como el agua. Wiski on the rocks con coca-cola fue el brebaje preferido por los inagotables romanos. Y justo cuando Jandrito pensaba que lo peor había pasado entró  una mujer espectacular por la puerta taconeando a lo Sara Baras. Los gitanos hacían sonar encendidos el cajón y las palmas. Uno de ellos la presentó como “Amara, la reina de los gitanos”. Apenas se le veía la cara, tapada por una larga melena rizada, pero todo lo que  ella transmitía era pura pasión. El ritmo y la belleza de lo que estaba viendo hizo que Jandrito bajara la mirada hacia su copa y le pareciera ver bailar a esa increíble mujer entre los restos de sus hielos. Se sentía dichoso y algo más que tomado. Pensó para sí que echaría de menos las locuras con los amigos al volver del viaje de novios. Levantó no sin esfuerzo la vista hacia el pivón gitano que le miraba divertido y entendió que aquello no era un baile sino una revelación. Salió a la playa tropezando con todo lo tropezable que hubiera hasta la barca que estaba en la orilla. Y se fue remando hacia el islote iluminado que estaba al este de la playa.

              - Hola. Izlote de mierda. 

              - Hola amorsote.

              La voz le resultó familiar. Tanto como la de la mujer con la que se casaría al día siguiente. ¿Será posible la encerrona que le habían hecho sus candidatos a ex amigos? Jandrito o lo que quedaba de él buscó en la oscuridad y encontró el rostro de su futura esposa. ¿Y si no hubiera ido a coger esa barca? ¿y si hubiera ido acompañado? ¿se alegraba de verla? No estaba para dar muchas vueltas a nada. Las cosas, en el estado en que se encontraba, ya daban vueltas por si solas. Allí pasaron la noche. De madrugada la marea bajó tanto que pudieron ir andando hasta la playa. Al llegar vieron la cara desencajada de Juanjo y los demás.

              - Jandro, lo siento mucho pero nos han robado. ¡No tenemos manera de volver! ¡No vais a llegar a la boda!

              La novia de Jandrito se desvaneció como la mantequilla en una tostada. A lo lejos se oían voces. Jandrito corrió a su encuentro y se sorprendió al oír lo que decían acompañadas por el taconeo de la reina gitana: “Mi carro me lo robaron, anoche cuando dormía. ¿Donde estará mi carro? ¿Donde estará mi carro?”. 

              No hubo boda. Para bien o para mal, pero no, no hubo boda. El tiempo diría si fue un día feliz. Aún así, lo que Jandrito aprendió a partir de ese día es que Amara significa amargo en latín y que así le sabe el wiski cuando lo toma sin agua “on the rocks”.

              domingo, 26 de diciembre de 2010

              LO QUE HE APRENDIDO QUE ME GUSTA

              Tengo la suerte de gozar de mala memoria por lo que tan sólo puedo hablar de lo que he descubierto recientemente que me agrada o disgusta.
              Me gusta gritarle a los truenos en días de tormenta mientras corro por los charcos prematuros. 
              También me relaja desahogarme por la playa de Frexulfe y donarle mi sal a las olas que me besan los pies. 
              Me gusta haber aprendido a decirle a mis padres que les quiero después de casi cuarenta años sin hacerlo. 
              Me gusta estar intentando desterrar de mi presente la duda y la indecisión y los verbos tener y deber. 
              Me gusta tocar el piano a oscuras mirando los tejados de la ciudad. 
              Me encanta pasear por Madrid en agosto con ojos nuevos y dejarme sorprender por sus rincones. 
              Me gusta, como no imaginaba que pudiera, el ir al teatro alternativo y llorar de risa o de pena y que en ambos estados las lágrimas descansen en una sonrisa. 
              Me gusta estar sólo sin sentirme sólo. 
              Me gusta escribir en una terraza y leer mientras camino.
              Me gusta no tener televisión en mi nueva casa... En principio por falta de presupuesto y al final porque he presupuesto que es un buen principio. 
              Me gusta conocer personas que saben abrazar árboles. 
              Me gusta algo que llegué a pensar que era un mito... El sexo, el buen sexo cómplice que te descoloca, el que tiene más verdad que cualquier idea, el que termina en desayuno de locuras y deja un eco de alegrías; sexo del que si se piensa ni se siente ni se tiene. 
              Me gusta tener un libro de visitas y que cualquiera exprese lo que sienta. 
              Me gusta el cuadro que está en el caballete de mi salón y el que está sobre la máquina de escribir.
              Me gustan las conversaciones divertidas, ingeniosas e inteligentes. 
              Me gusta que me regalen una rosa.
              Me gusta sentir con intensidad el momento como si de otro modo no pudiera ser vivido. 
              Me gusta moverme más por sensaciones que por certezas.
              Me gusta la sensación de vivir como si fuera subido en una Harley, aunque en el fondo tenga la certeza de que, si no freno, en cualquier curva encontraré un precipicio... Está claro que prefiera moverme por sensaciones, son más indulgentes.

              sábado, 25 de diciembre de 2010

              ASESINO GLOBAL DEL PLANETA PLUTÓN

              Cuando el detective Sinatra abrió el periódico a las siete de la mañana en el bar de Tone sabía lo que buscaba. Fue directo a la sección de sucesos. Pidió un expreso doble. Evitó la tentación de tomar algo más fuerte encendiendo su cuarto pitillo del día. Se sentó en su lugar favorito del local. La espalda clavada en la pared, frente a la cristalera. Y en el exterior, todo el mundo parecía girar ignorando el peligro que se cernía sobre ellos. Menos mal que el detective Sinatra se sacrifica por todos. Esa idea siempre le hacía sonreír. Y cuando sonreía, ese era su mejor momento del día. Se alisó el peluquín. Le quedaba especialmente bien. Hacía juego con su pajarita en forma de hélices de avioneta, como si ambos pudieran echar a volar en cualquier momento. Pero la página de sucesos le recordó que no había nacido para ser feliz y dejó de sonreír.

              El ciberasesino del Planeta Plutón ataca de nuevo
              Agencia P.- Ha llegado a nuestra redacción un nuevo comunicado desde el Blog de Jonathan Pluto en el que anuncia que tiene un nuevo objetivo. El que se autodenomina como el Che Guevara del siglo XXI y que ha erigido su residencia virtual en “ese pequeño planeta que quieren que deje de serlo llamado Plutón”, es uno de los misterios más asombrosos ante los que se enfrentan las principales agencias de inteligencia. Tanto el Mossad, como la CIA están en jaque ante esta nueva amenaza. Las alarmas se han vuelto a disparar. Hace apenas unos meses que el hacker Jonathan Pluto entró en los servidores de medio mundo incitando a la rebelión mundial contra toda forma de gobierno. Y nadie imaginó que cosechara el éxito que ahora tiene. Según fuentes policiales, se estima que el número de sus seguidores ha sobrepasado ya el millón de personas.
              Cuando se hablaba de los peligros de la globalización era difícil predecir que algo así pudiera ocurrir. Jonathan Pluto representa lo que muchos otros han pensado o deseado alguna vez. La libertad de expresión absoluta. Lo que empezó como un juego fruto del descontento por la crisis mundial se ha revelado como un movimiento de una fuerza imparable. Nadie sabe quién es exactamente Jonathan Pluto. Pero se le considera responsable de la inducción al asesinato del presidente de los Estados Unidos, Irán, Venezuela, Japón y Corea del Norte, por recordar los que supusieron mayor revuelo. También atacó desde su blog contra los consejeros de las empresas que se aprovechaban de mano de obra infantil y las que abusaban salarialmente del tercer mundo. Poco después desaparecían tanto los Presidentes de Coca-Cola, Nike e Ikea, como los gurús financieros de la City londinense y de Wall Street. En su nuevo comunicado adelanta que “... no estamos sordos, podemos oír las mentiras que nos han hecho tanto daño. Tenemos una responsabilidad con las generaciones futuras... El genocidio moral de unos pocos no puede quedar impune. Tenemos el derecho y el deber de rebelarnos... Tenemos un nuevo objetivo aún más ambicioso. Acabemos con la tiranía de los líderes religiosos que no respetan la libertad del nuevo mundo que estamos construyendo. Nuestros herederos se merecen un mundo sin Yihadistas, ortodoxos y fanáticos de cualquier religión...” Y continúa con sus habituales instrucciones sobre cómo poder actuar impunemente. Terminando con su frase más reconocible que viste las paredes de las principales capitales del planeta: “LIBERANDO”.
              Algo extraño le pasó por la cabeza el detective Sinatra. ¿Cómo era posible que nadie hubiera visto algo tan evidente?. Arrancó del periódico la crónica sobre el terrorista más buscado, odiado y querido del que se haya tenido noticia. Y fue directo a la sección de sudokus. Allí estuvo un tiempo. Mucho, para cualquier observador atento. Poseído por una actividad febril, finalmente el detective Sinatra levantó su otrora atlético cuerpo, se acercó velozmente al teléfono público más próximo, marcó el número del comisario Ngomo y bramó un exultante:

              - ¡Le tenemos, comisario! ¡Sé cómo localizar a Jonathan Pluto! - El comisario Ngomo sabía de sobra quién estaba al otro lado del teléfono. El casi jubilado de Sinatra. El que no tiene móvil ni ordenador porque está convencido de que esa tecnología del demonio le acortará la vida.

              - Cuantas veces tendré que decírtelo, Sinatra. Que no puede ser que tu terapeuta filosófico que te trató tu enfermedad te dejara tantas secuelas con esas pastillas a las que te enganchaste. ¡Demándale y jubílate!

              - Ya estoy mejor. Y no fue mi enfermedad lo que trató. Fue mi extraña sinestesia que se alteró con la medicación. Es una variedad de sinestesia que me permite no sólo ver colores en los números, sino mezclar los sentidos del tacto y el olfato y otras cosas que no vienen a cuento. El caso es que en serio, comisario. Puedo demostrar que Jonathan Pluto tiene el mismo grado de sinestesia que yo. Y puedo demostrar que mi terapeuta también le conoce. - La vehemencia no era una virtud para el detective Sinatra. Le hacía sudar y el sudor le relajaba el peluquín.

              - Está bien. Venga ahora mismo y zanjemos este asunto.
              La comisaría estaba a dos manzanas del local de Tone. Mientras caminaba, el detective repasaba mentalmente cómo podría convencer a todo el mundo de que una persona sin ningún conocimiento tecnológico como él detuviera al endiablado Jonathan Pluto.

              - Dispare, detective.

              - Aquí está la clave. - Y el detective Sinatra desplegó delante del comisario la noticia del periódico en la que subrayó tanto la leyenda “LIBERANDO” como los garabatos del sudoku.

              - Explíquese. No tengo mucho tiempo, francamente. - El comisario Ngomo miraba los papeles entre enojado e impaciente.

              - Pues muy sencillo. La persona que escribió la palabra LIBERANDO es sinestésica, como yo. Usa un código de colores que asocia a cada letra para escribir una palabra que en realidad es un número. Por ejemplo lo que para usted es un simple 9 para mi es un 9; así cuando Jonathan Pluto escribe una  L en realidad está diciendo 9, y al escribir  I está anotando un 8 y como la combinación de números y colores parecía aleatoria, el número que esconde es imposible de descifrar incluso para un sinestésico corriente. Cada sinestésico tiene su propia numeración de colores. Pero, como usted bien conoce, soy un gran aficionado a los sudokus. Así pude comprobar que LIBERANDO representaba una cuenta atrás. Al principio pensé que era tan obvio... ¿Una cuenta atrás? Tan obvio, que no podía ser tan sencillo. Como de hecho no lo era.

              - Algo sé al respecto de su afición a los sudokus, incluso durante su jornada laboral, efectivamente. Pero termine por favor. Aún no veo la relación de lo que me está contando con la detección de Jonathan Pluto.

              - ¡Claro que la ve! Incluso es posible que aunque por azar alguna agencia haya dado con el número que esconden esos colores de LIBERANDO  no podrán localizar al ciberasesino, porque ahora sé que no sólo no se trata de una cuenta atrás como al principio creí ver. Pensé que de lo evidente que parecía resultaba imposible que nadie haya podido encontrar la relación entre ese número tan vulgar con el criminal más buscado del siglo. Así que probé con otras combinaciones de colores y números hasta que di con algo que me dejó sin habla.

              - No tengo todo el día, detective. No se haga el interesante conmigo. ¿Dónde nos lleva todo esto?

              - Le explico. Si combinamos los colores con números y a su vez dibujamos con cada letra los colores del arcoiris tenemos un sorprendente número de 7 letras que si le incorpora el prefijo de esta ciudad nos da un número que conozco y que puedo afirmar que no es el de Jonathan Pluto. - En este punto la cara del comisario Ngomo mudó a un color que esperaba significara para el sinestésico del detective Sinatra un “tiene usted una única oportunidad de terminar bien esta historia o le jubilo en menos tiempo del que hace falta para que se le caiga el peluquín”- Y ¿ a que no se imagina porqué sé que no es su número?

              - Tiene muy poco tiempo, detective. Al grano.

              - Está bien. Entiendo. Pues muy sencillo. ¿Por qué conozco ese número? Porque Era el de mi terapeuta. Hacía mucho que no lo usaba. El caso es que me sonaba pero no lo identificaba. Y el hacer sudokus mejora mi memoria. - esto lo dice señalando orgulloso al recorte de prensa donde aparece la palabra LIBERANDO- y cuando hacía combinaciones he recordado dónde había visto antes ese número. Con lo que basta con pedir una orden judicial. Ir a su consulta, suponiendo que siga existiendo. Reclamar el historial de sus clientes que siguieron la misma terapia que yo. La que me causó tantos problemas y que probablemente también se los causara a Jonathan Pluto. Y así localizaremos a nuestro hombre.

              - Está bien. No tenemos nada que perder - afirmó sin fe el comisario.
              Así se hizo. El teléfono se rastreó con dudoso éxito. Al parecer era un número clonado nada fiable. Cada vez que se marcaba, su localización iba cambiando de un extremo a otro del planeta, siguiendo siempre una pauta que no era aleatoria. Y en cada intento que se hacía, sonaba el teléfono de las víctimas del asesino global.  En lugar de una melodía corriente se podía oír a una alegre voz infantil al otro extremo de la linea decir: LIBERADO.
              El revuelo que se formó no fue pequeño. Rodaron cabezas en el Mossad, la CIA; también la de Ngomo por el fiasco y la del detective Sinatra se salvó por los pelos del peluquín. También rodaron las cabezas de algunos líderes religiosos por el camino, pero esas lo hicieron de otro modo. El caso es que Jonathan Pluto desapareció. 
              El detective Sinatra sigue tras la pista desde el fondo del local de Tone a golpe de humo y tequila, aunque cada vez siente más simpatía hacia el asesino global. En el fondo sabe que algo ha empezado y que no se podrá parar. Se ha convertido en algo más que un reto, mejor aún que la caza de la mejor presa. No puede engañarse el detective Sinatra, admira a Jonathan Pluto. Le ha despertado la conciencia y siente que ha nacido algo en él, un estímulo, una razón, un motivo que le da sentido a lo que le queda por vivir; es la posibilidad de dejar una huella a su paso por este mundo... algo que está vivo, agazapado, al acecho. Coge el periódico con ojos nuevos, se retoca el aleteo de su pajarita; piensa que en realidad algunas personas sí que merecen morir... Y sonríe. Está en su mejor momento del día.