Cuando el detective Sinatra abrió el periódico a las siete de la mañana en el bar de Tone sabía lo que buscaba. Fue directo a la sección de sucesos. Pidió un expreso doble. Evitó la tentación de tomar algo más fuerte encendiendo su cuarto pitillo del día. Se sentó en su lugar favorito del local. La espalda clavada en la pared, frente a la cristalera. Y en el exterior, todo el mundo parecía girar ignorando el peligro que se cernía sobre ellos. Menos mal que el detective Sinatra se sacrifica por todos. Esa idea siempre le hacía sonreír. Y cuando sonreía, ese era su mejor momento del día. Se alisó el peluquín. Le quedaba especialmente bien. Hacía juego con su pajarita en forma de hélices de avioneta, como si ambos pudieran echar a volar en cualquier momento. Pero la página de sucesos le recordó que no había nacido para ser feliz y dejó de sonreír.
El ciberasesino del Planeta Plutón ataca de nuevo
Agencia P.- Ha llegado a nuestra redacción un nuevo comunicado desde el Blog de Jonathan Pluto en el que anuncia que tiene un nuevo objetivo. El que se autodenomina como el Che Guevara del siglo XXI y que ha erigido su residencia virtual en “ese pequeño planeta que quieren que deje de serlo llamado Plutón”, es uno de los misterios más asombrosos ante los que se enfrentan las principales agencias de inteligencia. Tanto el Mossad, como la CIA están en jaque ante esta nueva amenaza. Las alarmas se han vuelto a disparar. Hace apenas unos meses que el hacker Jonathan Pluto entró en los servidores de medio mundo incitando a la rebelión mundial contra toda forma de gobierno. Y nadie imaginó que cosechara el éxito que ahora tiene. Según fuentes policiales, se estima que el número de sus seguidores ha sobrepasado ya el millón de personas.
Cuando se hablaba de los peligros de la globalización era difícil predecir que algo así pudiera ocurrir. Jonathan Pluto representa lo que muchos otros han pensado o deseado alguna vez. La libertad de expresión absoluta. Lo que empezó como un juego fruto del descontento por la crisis mundial se ha revelado como un movimiento de una fuerza imparable. Nadie sabe quién es exactamente Jonathan Pluto. Pero se le considera responsable de la inducción al asesinato del presidente de los Estados Unidos, Irán, Venezuela, Japón y Corea del Norte, por recordar los que supusieron mayor revuelo. También atacó desde su blog contra los consejeros de las empresas que se aprovechaban de mano de obra infantil y las que abusaban salarialmente del tercer mundo. Poco después desaparecían tanto los Presidentes de Coca-Cola, Nike e Ikea, como los gurús financieros de la City londinense y de Wall Street. En su nuevo comunicado adelanta que “... no estamos sordos, podemos oír las mentiras que nos han hecho tanto daño. Tenemos una responsabilidad con las generaciones futuras... El genocidio moral de unos pocos no puede quedar impune. Tenemos el derecho y el deber de rebelarnos... Tenemos un nuevo objetivo aún más ambicioso. Acabemos con la tiranía de los líderes religiosos que no respetan la libertad del nuevo mundo que estamos construyendo. Nuestros herederos se merecen un mundo sin Yihadistas, ortodoxos y fanáticos de cualquier religión...” Y continúa con sus habituales instrucciones sobre cómo poder actuar impunemente. Terminando con su frase más reconocible que viste las paredes de las principales capitales del planeta: “LIBERANDO”.
Algo extraño le pasó por la cabeza el detective Sinatra. ¿Cómo era posible que nadie hubiera visto algo tan evidente?. Arrancó del periódico la crónica sobre el terrorista más buscado, odiado y querido del que se haya tenido noticia. Y fue directo a la sección de sudokus. Allí estuvo un tiempo. Mucho, para cualquier observador atento. Poseído por una actividad febril, finalmente el detective Sinatra levantó su otrora atlético cuerpo, se acercó velozmente al teléfono público más próximo, marcó el número del comisario Ngomo y bramó un exultante:
- ¡Le tenemos, comisario! ¡Sé cómo localizar a Jonathan Pluto! - El comisario Ngomo sabía de sobra quién estaba al otro lado del teléfono. El casi jubilado de Sinatra. El que no tiene móvil ni ordenador porque está convencido de que esa tecnología del demonio le acortará la vida.
- Cuantas veces tendré que decírtelo, Sinatra. Que no puede ser que tu terapeuta filosófico que te trató tu enfermedad te dejara tantas secuelas con esas pastillas a las que te enganchaste. ¡Demándale y jubílate!
- Ya estoy mejor. Y no fue mi enfermedad lo que trató. Fue mi extraña sinestesia que se alteró con la medicación. Es una variedad de sinestesia que me permite no sólo ver colores en los números, sino mezclar los sentidos del tacto y el olfato y otras cosas que no vienen a cuento. El caso es que en serio, comisario. Puedo demostrar que Jonathan Pluto tiene el mismo grado de sinestesia que yo. Y puedo demostrar que mi terapeuta también le conoce. - La vehemencia no era una virtud para el detective Sinatra. Le hacía sudar y el sudor le relajaba el peluquín.
- Está bien. Venga ahora mismo y zanjemos este asunto.
La comisaría estaba a dos manzanas del local de Tone. Mientras caminaba, el detective repasaba mentalmente cómo podría convencer a todo el mundo de que una persona sin ningún conocimiento tecnológico como él detuviera al endiablado Jonathan Pluto.
- Dispare, detective.
- Aquí está la clave. - Y el detective Sinatra desplegó delante del comisario la noticia del periódico en la que subrayó tanto la leyenda “LIBERANDO” como los garabatos del sudoku.
- Explíquese. No tengo mucho tiempo, francamente. - El comisario Ngomo miraba los papeles entre enojado e impaciente.
- Pues muy sencillo. La persona que escribió la palabra LIBERANDO es sinestésica, como yo. Usa un código de colores que asocia a cada letra para escribir una palabra que en realidad es un número. Por ejemplo lo que para usted es un simple 9 para mi es un 9; así cuando Jonathan Pluto escribe una L en realidad está diciendo 9, y al escribir I está anotando un 8 y como la combinación de números y colores parecía aleatoria, el número que esconde es imposible de descifrar incluso para un sinestésico corriente. Cada sinestésico tiene su propia numeración de colores. Pero, como usted bien conoce, soy un gran aficionado a los sudokus. Así pude comprobar que LIBERANDO representaba una cuenta atrás. Al principio pensé que era tan obvio... ¿Una cuenta atrás? Tan obvio, que no podía ser tan sencillo. Como de hecho no lo era.
- Algo sé al respecto de su afición a los sudokus, incluso durante su jornada laboral, efectivamente. Pero termine por favor. Aún no veo la relación de lo que me está contando con la detección de Jonathan Pluto.
- ¡Claro que la ve! Incluso es posible que aunque por azar alguna agencia haya dado con el número que esconden esos colores de LIBERANDO no podrán localizar al ciberasesino, porque ahora sé que no sólo no se trata de una cuenta atrás como al principio creí ver. Pensé que de lo evidente que parecía resultaba imposible que nadie haya podido encontrar la relación entre ese número tan vulgar con el criminal más buscado del siglo. Así que probé con otras combinaciones de colores y números hasta que di con algo que me dejó sin habla.
- No tengo todo el día, detective. No se haga el interesante conmigo. ¿Dónde nos lleva todo esto?
- Le explico. Si combinamos los colores con números y a su vez dibujamos con cada letra los colores del arcoiris tenemos un sorprendente número de 7 letras que si le incorpora el prefijo de esta ciudad nos da un número que conozco y que puedo afirmar que no es el de Jonathan Pluto. - En este punto la cara del comisario Ngomo mudó a un color que esperaba significara para el sinestésico del detective Sinatra un “tiene usted una única oportunidad de terminar bien esta historia o le jubilo en menos tiempo del que hace falta para que se le caiga el peluquín”- Y ¿ a que no se imagina porqué sé que no es su número?
- Tiene muy poco tiempo, detective. Al grano.
- Está bien. Entiendo. Pues muy sencillo. ¿Por qué conozco ese número? Porque Era el de mi terapeuta. Hacía mucho que no lo usaba. El caso es que me sonaba pero no lo identificaba. Y el hacer sudokus mejora mi memoria. - esto lo dice señalando orgulloso al recorte de prensa donde aparece la palabra LIBERANDO- y cuando hacía combinaciones he recordado dónde había visto antes ese número. Con lo que basta con pedir una orden judicial. Ir a su consulta, suponiendo que siga existiendo. Reclamar el historial de sus clientes que siguieron la misma terapia que yo. La que me causó tantos problemas y que probablemente también se los causara a Jonathan Pluto. Y así localizaremos a nuestro hombre.
- Está bien. No tenemos nada que perder - afirmó sin fe el comisario.
Así se hizo. El teléfono se rastreó con dudoso éxito. Al parecer era un número clonado nada fiable. Cada vez que se marcaba, su localización iba cambiando de un extremo a otro del planeta, siguiendo siempre una pauta que no era aleatoria. Y en cada intento que se hacía, sonaba el teléfono de las víctimas del asesino global. En lugar de una melodía corriente se podía oír a una alegre voz infantil al otro extremo de la linea decir: LIBERADO.
El revuelo que se formó no fue pequeño. Rodaron cabezas en el Mossad, la CIA; también la de Ngomo por el fiasco y la del detective Sinatra se salvó por los pelos del peluquín. También rodaron las cabezas de algunos líderes religiosos por el camino, pero esas lo hicieron de otro modo. El caso es que Jonathan Pluto desapareció.
El detective Sinatra sigue tras la pista desde el fondo del local de Tone a golpe de humo y tequila, aunque cada vez siente más simpatía hacia el asesino global. En el fondo sabe que algo ha empezado y que no se podrá parar. Se ha convertido en algo más que un reto, mejor aún que la caza de la mejor presa. No puede engañarse el detective Sinatra, admira a Jonathan Pluto. Le ha despertado la conciencia y siente que ha nacido algo en él, un estímulo, una razón, un motivo que le da sentido a lo que le queda por vivir; es la posibilidad de dejar una huella a su paso por este mundo... algo que está vivo, agazapado, al acecho. Coge el periódico con ojos nuevos, se retoca el aleteo de su pajarita; piensa que en realidad algunas personas sí que merecen morir... Y sonríe. Está en su mejor momento del día.